domingo, 13 de enero de 2013

Buen viaje, mi amor.

Eso de escribir correos a universidades sabiendo que los leerá una persona que vive al otro lado del océano es un tanto... dejémoslo en inquietante.
Unos lloran porque se van. Otros lloran porque no pueden irse. Algunos lloran porque no saben si deben irse o quedarse. Pero al final, todos lloramos por los que se van, por los que se quedan, por los que nos vamos y por los que nos quedamos. He aquí la paradoja de mi bida.
Para eso está el BI. Para irse. Para irse y no volver. Conoces a las personas más increíbles que conocerás nunca (o al menos eso crees) para luego tener que dejarlas marchar o despedirte de ellas antes o después. Poco a poco conocemos las consecuencias de hacernos mayores. De comenzar esa nueva etapa en nuestras vidas. De avanzar
Dios mío, qué vértigo me entra solo de pensarlo.
No quiero irme por el hecho de que si me fuese me iría. Y de ese modo dejaría atrás todo mi mundo para descubrir uno nuevo. Uno en el que todo es diferente. Ni mejor ni peor, solo diferente, pero claro el cambio asusta más que el fuego.

Pues sí. Al final todos lloramos.

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