Cada vez que escribes una de las tuyas, tengo menos palabras para describir esa emoción que empuja a dos pequeñas salinas a salir por los lagrimales. Ya sabes que yo no lloro y únicamente siento ese empujón hacia arriba desde el estómago hasta el corazón, pero cada vez ese empujón es más fuerte y de veras creo que algún día me harás llorar.
No es solo placer el ser tu persona. También es amor porque tú eres la mía, mi hermana diabólica a la que aunque un reloj no tenga la razón de nuestra existencia, quiero y siento a mi lado, tal como quiero que me sientas al tuyo.
Por muchas veces que te regañe cuando vas pedo (cosa que no se volverá a repetir) espero pasar muchas madrugadas con palabras bonitas en los autobuses de vuelta, que nos riamos cada vez que vemos la cara de la otra al tragar el tequila y esas caminatas hasta Avenida de América en las que tenemos una lapa con pelo negro a lo Jonas brother.
Porque nuestra vida está formada por palabras de sinceridad que conllevan a abrazos reconfortantes y a una pequeña sonrisa cuando cada una se da la vuelta.
Y también imagino cómo veremos pasar carreras, trabajos, despidos, descuidos, hombres (muchos hombres) y noches en vela.
No suelo decir cursilerías, pero si tengo que tragarme mi orgullo por una vez para que se refleje bien lo que pienso, me lo trago hasta los pies y he aquí la prueba irrefutable.
Nuestros hijos se pegarán por los huesos del cocido de Navidad, ya verás.
Y si en algún momento nos perdemos, te espero en Finisterre.
PD: Lo tengo clarísimo.
Te quiero :__)
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