Puede que ella llevara en la cama treinta días desde ayer, durmiendo mil y una noches en una tarde. También puede que hubiera regado mares con una sola de sus lágrimas. El peso que llevaba sobre su espalda la mataba y las cuerdas que lo sujetaban le habían hecho rozaduras en el cuello.
Soñaba con aquello que ya era imposible y lloraba lo que no se quería cumplir y no podía consolarse en quien quería porque ese alguien debía hacer mejores cosas. No podía dejar que el egoísmo la invadiera, aunque siempre se sentiría desdichada por no saber que la quería lo suficiente.Tampoco podía ser tan cruel y pedirle más.
Después de todo, quién le lleva la contraria a un amigo que nunca te quiso.
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