jueves, 14 de febrero de 2013

Por favor, no te vayas

Carta a un amigo. Al mejor.
Esto es un intento de ternura.
Seguramente esto lo leas dentro de mil años, pero, te echo de menos. Mucho. Estoy muy preocupada por ti. Haberte visto esos dos segundos estos dos días me ha alegrado el resto del día. Vuelve, por favor. Y estate buen. Yo quiero que vuelva a ser todo como antes.  Además no sé lo que te pasa, y eso me preocupa más todavía. Tengo la sensación de que va a pasar algo. Eso me da mucho miedo. Inés, es que tengo miedo. Yo no quiero dejar de existir.No vas a dejar de existir. ¿Por qué vas a dejar de existir? Tú nunca vas a dejar de existir. Yo nunca voy a dejar que dejes de existir. Para mi vas a existir eternamente pase lo que pase. Sinceramente no sé qué decirte. No sé cómo curar el miedo. Todos tenemos miedo. Todos los días. Pero no dejes que el miedo te venza. Porque claro que en algún momento dejaremos de existir, pero, no podemos dejar que ese miedo acelere el proceso de nuestra existencia y no vivir el tiempo que tenemos.
Por favor, no te vayas.
Te quiero.





La persona con la que hablaría en estas situaciones es la misma sobre la que tengo que hablar. El problema es que ninguna de las dos responde y yo me hallo gritando hacia un precipicio sin poder ver ni un solo barco. Solo veo la inmensidad del mar.
La verdad, al fin y al cabo, es que mataría por darte un abrazo en estos momentos.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Primer borrador

Ella nació creyendo ser una persona hecha para amar. Eso es bonito.
No creía que la gente pudiese levantarse siendo coleópteros, ni que se matase gente sin razón. Pero sabía que no era todo tan fácil. Es risueña y con un poco de tontería, pero aquella mañana brillaba el sol de verdad. Tal vez fuese la única persona un poco consciente de lo que tenía, y eso no se encuentra todos los días.
Imaginaba que las cosas podían pasar, pero eran eso, simples imaginaciones. Hasta que en esa mañana de sol, todo cambió bastante repentinamente. Mientras cruzaba la calle… Lo típico que podría pasar ahora es que le atropellase un coche o que empezase a ver la vida en gris porque se encapota el cielo, que se enamorase del chico con el que se cruza… Ya se sabe, algo que suele pasar siempre en los relatos de niños.
Pero no. Esto es simplemente el relato de cómo ella cruzaba la calle. De ese corto instante y todo lo que recogió. Uno de sus pasos fue la aspiración del hombre que salía del coche a tres metros del paso de cebra. Mientras el semáforo se cambiaba la abuela de sus nietos que vivía en el 1ºC del número 43 de esa calle recibía la llamada de que a su vecina se le había perdido el gato.
Lo que no imaginamos, es que ese paso que daba ella cuando cruzaba la calle es el impulso que necesitaba para no llegar tarde, la respiración del hombre, un simple suspiro porque su mujer le había dejado y no vería a sus hijos hasta el jueves, y que esa señora había dejado que el gato se escapara porque no quería que siguiese arañándole la ropa de la cuerda de tender.