Ella creía en el amor, él en la amistad, y yo, que decía creer en las dos cosas, traicioné a mi amigo y pervertí el amor.
Es un ruego suave. Desesperante. Te arrastra con él.
Ese dolor que te ahoga el corazón, que te inunda el pecho, como si tuvieses sobrecarga de aire en los pulmones y se hubiese salido y de ese modo te presionase el corazón, las costillas y hasta el final de la garganta.
Y cuando calla notas que sigue cantando. Luego vuelve esa voz que te eleva hasta fuera de ti.
¿Qué mierda es esta? Que una simple canción te haga llorar que consiga llegar a lo que dudabas de su existencia. ¿Eres débil?
No quiere, abrasada en celo,
que me case con Marcela;
y en viendo que no al quiero,
vuelve a quitarme el juicio,
y a despertarme si duermo;
pues coma o deje comer,
porque yo no me sustento
de esperanzas tan cansadas;
que si no, desde aquí vuelvo
a querer donde me quieren.
(...) ¿No hay remedio?
Pues ¿quiere vuseñoría
que, si me quiere y la quiero
ande a probar voluntades?
Quien quiere, puede, si quiere, como quiso aborrecer.
Esto es lo mejor: Yo no quiero querer.
¿Podrás?
Podré
que si cuando quise, amé
no amar, es queriendo, espero...
Y así, a decir me resuelvo
que te quiero y que es disculpa
que con respeto te quiero.
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